Marie Combette y Daniel Moreno Flores fundaron en 2019 La Cabina de la Curiosidad, un estudio de arquitectura y territorio con sede en Quito, Ecuador. Su enfoque arquitectónico se basa en un exhaustivo trabajo de campo, con una mirada urbana y territorial que prioriza el uso de recursos disponibles, la gestión del agua y el reciclaje. Utilizan el dibujo y las cartografías como herramientas esenciales para plasmar sus ideas y transformarlas en espacialidades. El nombre del estudio evoca un "baúl" convertido en una cabina llena de curiosidades que invitan a explorar diversas posibilidades. Este baúl se alimenta de experiencias cotidianas, derivadas de la simple interacción con la ciudad o el entorno, lo que desencadena un proceso creativo continuamente nutrido por la experimentación y el descubrimiento diario, sin temor a lo desconocido.
Las obras de La Cabina de la Curiosidad reflejan una arquitectura profundamente conectada con su entorno y territorio, manteniendo un respeto absoluto por el medio ambiente en la elección de materiales, los métodos constructivos y las funciones que desempeñan. Además, sus proyectos involucran activamente a los usuarios, creando espacios abiertos a múltiples posibilidades y formas de habitar.
A lo largo de su trayectoria, Marie Combette y Daniel Moreno Flores han estructurado su trabajo a través de una serie de manifiestos que definen su enfoque. El primer manifiesto es la comunidad, en la que se entiende el trabajo colaborativo, involucrando a todos los participantes –colegas, colaboradores, comunidades, usuarios, constructores y clientes– como parte esencial de la materialización de sus proyectos. Otros dos manifiestos clave son la exploración e inmersión en el territorio, lo que implica un trabajo de investigación minuciosa del lugar donde se acciona. A partir de estas pruebas y recolección de datos, se proyecta y entrega una arquitectura que queda plasmada en el territorio y paisaje. Este último es otro eje fundamental en la práctica del estudio. Este enfoque se complementa con su manifiesto sobre el reciclaje, que valora tanto los recursos urbanos como los naturales y los saberes ancestrales en territorios vernáculos.
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Los Caminos del Agua: De Quito a Buenos AiresDe estas investigaciones surge el manifiesto de los sistemas, respuestas a problemáticas adaptables a diversas escalas según las necesidades del proyecto. También destacan los actos poéticos, que se manifiestan en la forma de habitar y recorrer los espacios, y finalmente, los artilugios, es decir, otros actores que también definen la arquitectura. Todo esto resume en esencia la metodología de trabajo de La Cabina de la Curiosidad.
Uno de sus últimos proyectos es Chaki Wasi, un centro de artesanías ubicado en la comunidad de Shalalá, en los Andes ecuatorianos. Este proyecto busca fomentar un desarrollo económico sostenible y respetuoso con su entorno, invitando a turistas y visitantes a acercarse a la comunidad. Desde el entendimiento exhaustivo del territorio, sus habitantes y su cultura, hasta el proceso de construcción y la simbolización y funcionalidad del centro, se manifiestan todos los principios de La Cabina de la Curiosidad. Conversamos con los arquitectos sobre la historia y el proceso de materialización de Chaki Wasi.
ArchDaily (Paula Pintos): ¿Dónde se encuentra geográficamente Chaki Wasi y cuál es el contexto de la comunidad de Shalalá?
Daniel y Marie (DM): Con el proyecto de Chaki Wasi, estamos operando en los Andes, en una zona montañosa y alta, rodeada de parajes muy bellos. Hay montañas que superan los 4,000 metros, en un terreno rocoso de páramo. Para llegar a la comunidad de Shalalá, uno asciende casi al nivel de las nubes, encontrando unas perspectivas impresionantes. Después, se ingresa en un mundo andino, de clima fío, agrícola y ganadero en pequeña escala, donde hay pequeñas construcciones. Es un mundo indígena, donde la gente viste sus trajes tradicionales. En estas zonas se habla el idioma quechua, lo cual es muy importante y representativo. Los conocimientos ancestrales también son fundamentales, con numerosos simbolismos: la adoración a la tierra, a ciertos animales, junto con ritos, fiestas y celebraciones ancestrales. Hay muchas creencias y oraciones dedicadas a las montañas y al sol. Es una cultura viva y fuerte, impregnada en este contexto de paisajes hermosos.
La comunidad de Shalalá está al pie de una impresionante laguna, que además es uno de los puntos más visitados de Ecuador. En la cima del cráter se encuentra la comunidad, que se ha enfocado en un desarrollo sustentable y consciente, con construcciones respetuosas. No se trata de un desarrollo económico masivo, sino de algo más artesanal, con una vida centrada en la agricultura y la ganadería a pequeña escala. La carretera pavimentada desde Quito llega solo hasta cierto punto, y luego, para llegar a la comunidad, hay que recorrer unos 7 kilómetros por un camino de tierra, lo que requiere un esfuerzo adicional. El mirador y el centro de artesanía buscan atraer a más visitantes, convirtiéndose en una arquitectura que invita a acercarse. La comunidad, que vive principalmente de la agricultura, ha buscado complementar su economía a través del turismo, por lo que es importante que cuenten con herramientas que fortalezcan en este aspecto.
AD: ¿Cuál era la intención principal detrás del desarrollo del proyecto Chaki Wasi?
DM: La idea del centro de artesanía Chaki Wasi es complementar la infraestructura turística que la comunidad ha desarrollado a lo largo de los años. En 2012 y 2013, se construyó el mirador El Quilotoa, en colaboración con el Ministerio de Turismo, el cual se ha convertido en un símbolo del lugar. El centro de artesanía en particular busca añadir valor al sitio a través del honramiento de las técnicas ancestrales, convirtiendo la misma artesanía en arquitectura. Además, el centro de artesanía es un hito que atrae al turismo nacional e internacional, promoviendo y dando a conocer estas técnicas al exterior.
El centro Chaki Wasi se convierte así en un medio de comunicación de la cultura a través de la arquitectura, la artesanía y la gente, permitiendo a la comunidad compartir su legado.
AD: La planta circular del centro es un aspecto clave del proyecto. ¿De qué manera contribuye esta configuración a la funcionalidad del espacio y a sus usos?
DM: La planta es circular desde el punto de vista del diseño, lo que otorga a todos los puestos de artesanos la misma oportunidad y jerarquía. Hay dos entradas para que el usuario ingrese y cruce el espacio para salir. Este recorrido genera igualdad de oportunidades para todos. El empedrado está diseñado como la chakana, una cruz andina que tiene la orientación de los puntos cardinales y simboliza los cuatro elementos en el centro, y esto también otorga al espacio un carácter ritual y festivo. En su interior, se pueden llevar a cabo eventos, representaciones teatrales de leyendas, bailes y rituales. Esta configuración circular ofrece una gran variedad de posibilidades, más allá de su uso o función específica. La diversidad de funciones la hace extremadamente flexible. La forma misma actúa como un pasillo que se puede cruzar o rodear por fuera. Te abraza y resulta sorprendente, ya que desde afuera se presenta como algo monumental, pero en su interior la experiencia es completamente diferente.
AD: El trabajo colectivo y la forma en que fue construido engloba muchos de los principios que fomentan ustedes con su arquitectura. ¿Cómo fue este proceso particularmente en la comunidad de Shalalá?
DM: Chaki Wasi fue construida de forma colectiva con los habitantes de la comunidad. La mano de obra de la comunidad fue un aporte fundamental para que el proyecto se hiciera realidad. Meses y meses trabajando de forma voluntaria, una decisión de la comunidad como parte de su cultura: la minga, un trabajo constructivo colectivo, por el cual a través de este proceso de construcción también hubo un rescate de la cultura. Antiguamente, si tu querías hacer tu casa, llamabas a la minga, a los vecinos y a las familias, para que te ayudaran a hacer los adobes y la wasi. Ellos venían a apoyarte y tú ibas a apoyar a otros. Así, uno aportaba la tierra, otro la madera. Asi también, toda la construcción del centro de artesanías se llevó a cabo gracias a una minga continua de seis personas que se turnaban cada semana. También había momentos clave de minga general en los que participaba toda la comunidad.
En total son 24 las familias beneficiarias del Centro de Artesanías. Por ejemplo, venían cuando se colocaban las piedras, y también cuando instalamos todas las cerchas. Cuando hicimos los nudos de las uniones con la soga, y en un momento, cuando se techó toda la casa, fue cuando vinieron más familias de la misma comunidad. Esto permitió la transmisión de conocimiento desde los ancianos hacia los jóvenes, abarcando todas las edades de la comunidad. Fue increíble, porque las generaciones que tienen tal vez 50 años están muy felices de poder transmitir a sus hijos o nietos esas tradiciones, especialmente en un mundo que se globaliza en todas partes. Así, se sienten orgullosos de conservar su cultura y poder transmitirla a través de un elemento tangible.
AD: ¿Cómo se manifiestan los principios de materialidad y uso responsable de recursos en la construcción del centro Chaki Wasi?
DM: El centro Chaki Wasi tiene la forma de la tradicional bodega andina, construida en piedra y paja. Todos los materiales empleados son aquellos que la comunidad utiliza regularmente para sus construcciones. Para la edificación se utilizó madera joven de eucalipto, que sirve para las cubiertas y la fabricación de tarugos y uniones. La soga está hecha con penco de cactus, cuyas hojas se emplean para hacer cabuya y sogas. También se usaron piedras del río y paja. Lo único que no es natural es una pequeña varilla que vincula la cercha con la piedra, así como una varilla curvada y algunos clavos.
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